Humberto Andrada, autor de “El Ángel”
ESCRITOR MENDOCINO VISITÓ LARROUDÉ

Cordobés de Villa Sarmiento, pero mendocino por adopción, este novelista y ensayista de casi ochenta muy jóvenes años visitó familiares radicados en nuestra localidad, dijo haber disfrutado de la bohonomía de nuestra gente, obsequió ejemplares de su libro, visitó el complejo Termal, la Biblioteca local y accedió amablemente a departir sobre literatura y aspectos de su vida.




Humberto Andrada es miembro de la SADE filial Mendoza y, además de sus libros ya publicados, se encuentra próximo a publicar otros dos trabajos ya terminados “Pandemia” y “El Guerrillero” y trabaja intensamente en una nueva novela: “La Nostálgica Luna del Desierto Huarpe” ambientada en el contexto histórico de la época colonial, que es un temática nueva en su obra.

“En esa novela trato de significar que una cruzada evangelizadora como fue la española, aunque eran épocas bárbaras, tendría que haber optado por la evangelización pacifista y no derramar tanta sangre” explicó.

Relató que en “las lagunas del Rosario, llamadas así actualmente aunque están casi extinguidas, que en ese tiempo se llamaban las lagunas de Guanacache cuando llegaron los españoles los huarpes fueron subyugados por los jesuitas quienes utilizaron su mano de obra para construir viviendas, lo que era muy importante porque algo aprendieron, pero les costó su sangre, la extinción de su raza, por lo que hoy si va a Mendoza es muy difícil que pueda encontrar algún descendiente verdadero de huarpe”.

Andrada afirmó que “Mi idea prima es explicar lo que significó todo aquello, porque al exterminar al huarpe los españoles les quitaron sus tierras, y cuando vinieron los gobiernos criollos se quedaron con esas tierras mediante el sistema de encomiendas. A los pocos huarpes que quedaban los terminaran de aniquilar porque, en definitiva, eran criollos pero con mentalidad europea, algo que todavía se puede ver en Buenos Aires donde sus habitantes miraron siempre al interior del país, no como parte del mismo, sinó como un lugar apropiado únicamente para criar vacas y sembrar trigo” analizó.

SU VIDA
Cuando tenía 10 años de edad, sus padres lo enviaron a Mendoza para asegurar su educación. Allí estudió internado en el Santo Tomás de Aquino, un colegio religioso regenteado por frailes Dominicos. “Recibí una instrucción que, luego entendí, jamás podría haber recibido en mi pueblo. Ellos me formaron no sólo en lo educacional sino también como individuo y hombre de fe” reconoció.

Su educación está íntimamente ligada a sus primera incursión en la literatura. Cuando tenía sólo 15 años obtuvo el premio Interprovincial de Narrativa Escolar, en un certamen organizado por la provincia de Mendoza.

“Eso me marcó profundamente en lo espiritual, y no pasó mucho tiempo sin que me diera cuenta de que yo, en verdad lo que yo quería era escribir”.

Atado a los condicionamientos económicos propios de la época no pudo estudiar más allá del secundario y, desde los 17 años, tuvo que trabajar para sostenerse y ayudar a su familia.

“Nunca viví de la escritura, pero nunca dejé de escribir en mis ratos libres y lo hacía con la misma pasión que lo hago ahora” afirmó.

Trabajando como empleado de comercio le surgió una posibilidad de trabajar como locutor en Buenos Aires. “Yo ni idea tenía de que se trataba, pero un señor de Buenos Aires relacionado con los medios de comunicación, me convenció de que tenía buena voz y que comenzara a trabajar como locutor en Radio Antártida. Corría el año 1953. Trabajé también en Del pueblo y Excelsior hasta que en 1973 tuve que regresar a Mendoza por que mi madre, que vivía conmigo, enfermó gravemente de asma” relató.

“Volví a trabajar en el comercio y seguí escribiendo pero no publicaba. En aquel entonces era tan difícil como ahora publicar” explicó.

Una vez jubilado Humberto Andrada volcó todas sus fuerzas en lo que realmente amó toda su vida: la literatura.

“Siento que cada nuevo proyecto me revitaliza” comentó este hombre que gusta de dar charlas en los colegios donde, dice “Se produce un intercambio interesante. Creo que los alumnos aprenden algo, por lo menos los veo interesados, pero a mi seguro que me rejuvenece”.

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