SEPULTARON AYER LUNES A BEBA RIO DE TALONE Y SU NUERA

Ni los vecinos de mayor edad recuerdan un cortejo fúnebre tan mutitudinario como el que ayer acompañó a los cuerpos de Beatriz Río de Talone y María José Vota hasta su morada final. No sólo familiares y amigos de esta localidad, también de localidades vecinas engrosaron la interminable columna de vehículos que lentamente recorrieron las calles de un pueblo signado por el dolor.

Una atípica mañana la de ayer. Y más, para ser un lunes. Porque a pesar de ser una comunidad pequeña el reinicio de la actividad laboral que significa comenzar la semana le da al pueblo una característica peculiar. Productores agropecuarios proveyéndose de lo necesario. Comerciantes febrilmente abocados a sus actividades. Viajantes. Estudiantes. Amas de casa reponiendo sus despensas. Actividades oficiales. Todo habitualmente conforma un cuadro levemente bullicioso en la zona céntrica.

Ayer la quietud, que tiene mucho de lúgubre y por lo tanto difiere de la calma, se advertía en cada cuadra, en cada comercio con sus puertas cerradas. Nadie circulaba por las calles. Todo el que pudo trasladarse de encontraba en la Sala Velatoria de la Cooperativa Eléctrica “Santa Elvira Ltda..”.

El intendente municipal Néstor Hugo Tribolo, que el domingo estuvo todo el día en Santa Rosa y General Pico acompañando a los familiares, dispuso que el municipio cesara en sus actividades a partir de las nueve de la mañana y otorgó asueto al personal por el resto del día para que pudieran asistir al sepelio.

Casi mil personas se trasladaron en más de 200 vehículos que conformaban una columna que se extendía por unas diez cuadras iniciaron el largo camino hacia el cementerio local aproximadamente a las 10,30 de la mañana.

Era posible advertir mucha gente de otras localidades. No sólo de Ingeniero Luiggi, de donde era oriunda la joven María José Vota. También de la mayoría de las de la zona, incluso de General Pico, Villegas o Santa Rosa vinieron amigos de la familia Talone para acompañarlos en su dolor.

Cuando todo finalizó una nueva sensación embargó a los larroudenses. Que el período de duelo recién comenzaba a elaborarse. Y que, ahora, había que ocuparse de los vivos.


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